Nacido en Canadá, este gijonés de pleno sentimiento e insumiso lidera con un perfil conciliador el movimiento por la movilidad en bici en la región.Ex presidente y representante en el ámbito nacional de Asturies ConBici. Ni megáfono ni silbato. Su bici y su perra «Neska» son sus acompañantes en las manifestaciones. Rafael Fernández lleva muchos años pedaleando para que el ciclista urbano adelante posiciones y gane un espacio seguro en la calzada. «Muy cabezón», como dicen que es los que más le conocen, cambia de marchas según vengan los tiempos. Ahora ha puesto el plato pequeño y apretado los dientes para encabezar la denuncia por los incumplimientos de las recomendaciones técnicas de seguridad del recién estrenado carril bici del Muro. Al ex presidente de Asturies Con Bici, principal colectivo de cicloturistas y de ciclistas urbanos de la región, le quedan muchas fuerzas. Su cadena está lejos de salirse y no amenaza pájara. «Cuando cree en algo lucha siempre por ello. Es coherente y consecuente», asegura su hermana Carmen. Rafael Fdez nació en agosto de 1973, fruto del matrimonio entre Gerardo, que trabajaba en Ensidesa, y Carmen, que regentó una tienda en la calle Adosinda. Gerardo es granadino, y Carmen, asturiana. Se conocieron en Bélgica y se casaron en Canadá, donde nació Rafa, en concreto en Manitoba. Pero apenas aguantó dos meses en ese gélido país, donde su hermana había nacido también. Estudió en el CODEMA y en el IES Jovellanos. Fue su abuelo materno, Antonio, el que le enseñó a andar en bici tras dejar el triciclo. Rafael se pegó los primeros cacharrazos en Pumarín y en el parque Isabel la Católica. La bici se convirtió rápida mente en su amiga inseparable. La usaba para ir de casa de sus abuelos, en «las 1.500» de Pumarín, hasta Pablo Iglesias, donde viven sus padres. Hombre de ideales, demostró su coherencia cuando se declaró insumiso para no cumplir con el servicio militar obligatorio. Demasiado coherente para su madre, que se agarró un enfado descomunal porque pensaba que su hijo terminaría en la cárcel por su insumisión. Pero fue uno de los primeros que logró evitar la prisión por no hacer la mili. Se licenció en Psicología por la Universidad de Oviedo y pronto enfocó su carrera al servicio a los demás. Trabajó en una pizzería y en varios locales de hostelería para costearse su formación. Por aquel entonces ya iba en bicicleta a todos los lados. Fue un codiciado monitor de los Scouts. Aprendió a tocar la guitarra y a cantar para conectar más con los niños en los campamentos. Rafael Fernández terminó encontrando trabajo estable dentro de la Fundación Siloé, donde se vuelca con los más desfavorecidos. Ha trabajado con drogadictos, indigentes y enfermos de VIH. «Es una persona muy espiritual en ese sentido», aseguran quiénes le conocen. Hasta su centro de trabajo, en El Coto, se desplaza en bicicleta. Ahora desde Portuarios, donde reside. En 2005 un accidente marcó su vida, y su pierna, en la que mantiene una leve cojera. Una razón más para usar la bici y no caminar tanto. Porque Rafael Fernández siempre extrae el lado positivo de los hechos. El accidente le puso a prueba, y salió airoso. El choque, cuando circulaba en moto cerca de Arévalo (Ávila), tuvo altas dosis de infortunio. Rafael se puso a adelantar al considerar que tenía tiempo suficiente. Sin embargo, el coche que venía por el carril que invadió para el adelantamiento circulaba a un velocidad alta, dado que trasladaba un herido. Rafael intentó evitar el impacto, pero no lo logró del todo y su pierna resultó dañada. Tras pasar por el Hospital de Ávila, terminó en el Central de Asturias. Allí le tuvieron que operar, con el riesgo de que podía perder el pie, que empezaba a gangrenarse. Él lo asimiló y entró al quirófano cantándole al médico. «Si consigo que esté contento, hará mejor su trabajo», pensaba Rafael. Y salvó su miembro. Ingresado en el hospital seguía derrochando energía positiva. El personal sanitario le llevaba los enfermos que estaban un poco deprimidos a su habitación, donde terminaban jugando la partida de cartas. A su bicicleta híbrida, su tándem y su perrita «Neska» le ha salido una competidora invencible, que se lleva casi todas las atenciones. Se llama Llara y tiene dos años y medio. Como no podía ser de otra forma, Rafael ya la pasea en su bicicleta montada en una silla homologada. «Es un padrazo», aseguran de él.
Su activismo en pro de los derechos del ciclista y de la movilidad sostenible comenzó con la formación de Asturies Pedalea, un grupo ciclista. Este colectivo se fusionó con Tronchacadenas en 2007, surgiendo Asturies Con Bici, auspiciada por Rafael, Carlos García, conocido como «Xixonman», y Luis Toyos. Rafael presidió la asociación los primeros cuatro años. Ahora la representa en el colectivo nacional Con Bici. Aunque no ocupe ya la presidencia, está en todas las actividades y manifestaciones. «Es muy militante», dicen sus amigos, que han hecho infinidad de viajes en bicicleta con él. Como líder, destacan su «perfil conciliador», siempre buscando consenso, aunque esto no es óbice para que su actitud se torne más reivindicativa cuando la situación lo requiere. Ese espíritu le vale para ganarse a la gente. En el encuentro nacional de cicloturistas Crixixona, que se celebró hace poco en Gijón, hizo gala de ello. Al terminar la espicha de despedida en el Museo del Pueblo de Asturias asió el micro y movilizó a la gente para limpiar. En cinco minutos, todo quedó como una patena. Ahora centra esfuerzos en denunciar las deficiencias del carril bici del Muro. Su sueño es que la fachada marítima sea sólo para peatones y ciclistas. Sin coches. Para que se haga realidad seguirá pedaleando. Y apenas necesita avituallamiento de energía. Rebosa optimismo e ilusión. Así no hay pájara que valga. |