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Carta de un ciclista urbano en Oviedo Imprimir

Covadonga Álvarez, Representante de la asociación Asturies ConBici

Esta semana nos llegó al correo una carta sobre un incidente real de un ciclista urbano. Refleja muy bien las situaciones a las que se tiene que enfrentar un ciclista por las calles, en este caso de Oviedo, y por qué algunos optan por circular por las aceras, por ejemplo.

La reproducimos aquí para tratar de concienciar a ciudadanos, conductores en especial, de los problemas de los ciclistas en el casco urbano.

Puedes leer toda la noticia en La Nueva España del 10 de Octubre de 2011.

A las doce de la mañana iba pedaleando por el carril 30 de la calle Vázquez de Mella de Oviedo (que tiene dos carriles, uno de 50 y otro de 30), equipado con mis dispositivos reflectantes y circulando, ni por el centro del carril ni pegado al borde de la calzada (como hago siempre para evitar esas puertas de coches aparcados que se abren en cualquier momento o peatones que de repente les da por cruzar a ciegas). Iba pedaleando a 27 kilómetros por hora (era llano hacia abajo), cuando noto un ruido demasiado cercano de un coche por detrás y veo que me sobrepasa a bastante velocidad a escasos centímetros del manillar. Con la ráfaga de viento me da un bandeo que hace que pierda el equilibrio y tenga que hacer peripecias para no perder el control de la bici y caerme al suelo. Me asusto.

La casualidad hace que veinte metros más adelante el coche (monovolumen) tenga que parar en un semáforo. Me acerco hasta él y me pongo a su lado. El conductor es un chico joven, 30 años, aspecto cuidado, silla de bebe detrás... (vamos, que no es el típico macarra que uno pensaría). Al verme me hace señales y abre la ventanilla. Yo, inocente, pienso que se va a disculpar por casi haberme tirado, pero no, lo que me dice es que «a ver si te echas más a la derecha, que el carril no es tuyo y la próxima vez igual te tengo que dar de verdad».

Alucino. Me deja sin palabras e intento controlar la rabia interior que me surge. Le explico (todo lo calmado que puedo) que se trata de un carril prioritario para bicis y que, en cualquier caso, aunque fuese una calle sin más, no se puede ir por el mismo a más de 30 kilómetros por hora y menos pasar a esa distancia de la bici.

Me contesta que dónde está esa señal que diga que es prioritaria la bici. Le indico la señal vertical y la pintada en el suelo que hay un poco más adelante (esas de prioridad bici que hay por las calles de Oviedo). Las mira y me dice que eso no es así, que es informativo y que la próxima vez me eche a la derecha, que es lo que tengo que hacer. En ese momento se enciende el semáforo, arranca y se acaba la conversación.

La sensación que me queda es de total indefensión y de que seguimos siendo el eslabón más débil del tráfico urbano. Llevo ya cuatro años montando en bici habitualmente por Oviedo y en estos últimos meses, desde que se tomó la iniciativa del carril 30, he notado que los coches en general van respetando cada vez más las distancias de seguridad con el ciclista y que se habitúan a compartir la calzada con el número creciente de ciclistas, de lo cual me alegro. Pero en el momento que un ciclista se topa con un energúmeno que no ha sido capaz de pensar en la fragilidad del ciclista y que se rige por la ley del más fuerte me siento vendido. No respetan las normas, te atropellan y luego... qué. Sí, es posible que les caiga una buena multa e, incluso, igual a posteriori recapacitan y se dan cuenta de que no deberían haber actuado así. Pero el ciclista ya está atropellado, y en el mejor de los casos serán unas costillas rotas y un par de meses de baja.

Como ciclista, tiendo siempre a ir por la calzada y evitar circular por la acera para no molestar a los peatones, pero ya es el segundo incidente que tengo este año y me planteo hasta qué punto compensa arriesgarse a perder la vida arrollado por un maldito coche conducido temerariamente. Creo que sería deseable ahondar aún más en la formación a los conductores, aunque sea sacándolos a todos en algún momento de su vida a pasear en bici por las calles para que sean conscientes de lo indefenso que puede llegar a estar un ciclista frente a otros vehículos y que integren que las distancias de seguridad frente a un ciclista u otro coche no son las mismas.

Debe haber alguna forma de que nuestra vida a diario no esté en manos de conductores inconscientes.

Saludos,

Un ciclista urbano.

 
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